Cada vez que algún empresario o empresaria contacta conmigo por primera vez, me encuentro que comete este fallo de forma generalizada. ¡Y no quiero que tú también lo cometas!
Seamos claros: si estás leyendo esto, seguramente estás trabajando muy duro para sacar un proyecto adelante. Estás pagando el precio de la disciplina: jornadas de trabajo infinitas, apagar incendios constantemente, convivir con niveles de estrés elevados porque no llegas a todo…
Es cierto que, al querer construir algo que tenga éxito, hay que pagar el precio. Esto no lo he inventado yo. Rechazas la comodidad de un trabajo estable, un sueldo fijo, inviertes cuatro de tus principales recursos (energía, tiempo, espacio y dinero) en tu negocio, con la esperanza de sacar adelante tu visión, cumplir con un propósito en el mundo y, por supuesto, recoger los frutos en el futuro.
Sin embargo, solemos cometer un error. Un error silencioso y letal, que nos va matando (literalmente) sin darnos cuenta.
Dime si esto te suena familiar: te levantas por la mañana, te preparas un café y un desayuno (saludable, por supuesto, porque sabes lo importante que es la alimentación para funcionar al 100% jeje), te preparas corriendo para ir a la oficina, con la mente llena de tareas: llamadas, reuniones, desarrollo de producto, campañas de marketing, contenido para grabar…
Empieza el día: entras en una reunión, sales y entras a otra, aprovechas un rato para avanzar tareas relacionadas con el producto… De repente, a mediodía, aparece un fuego que hay que apagar. Lo solucionas por la tarde, luego te reúnes con el equipo de marketing para definir estrategias que mantengan el proyecto a flote. La reunión se alarga, ya nadie tiene ideas claras, así que decides cerrarla. Pero te das cuenta de que, durante esa reunión, surgieron nuevos problemas, y que aún te queda por llamar a dos posibles clientes.
Está cayendo el sol, todos se han ido de la oficina, pero tú sigues ahí. Claro, es tu negocio. Llamas al primer cliente: una hora de conversación. Llamas al segundo: otra hora. Cuando cuelgas, son más de las 22:00… y todavía tienes otro incendio por resolver. Pero ponerte con eso ahora significaría robarle horas al sueño.
¿Y qué haces?
“Me tengo que quedar hasta que termine esto.”
PUM. ¡Ahí está tu error!
No hace falta que me lo digas: tú has estado ahí. Yo también he estado ahí. Y seguramente todos los que lean esta entrada también lo han vivido.
Pero déjame explicarte por qué este es uno de los mayores errores que puedes cometer.
Cambiar sueño por trabajo te puede destruir
Sustituir horas de sueño por trabajo como algo habitual puede joder tu salud más que cualquier otra cosa. Déjame contarte cómo funciona el cuerpo:
El sueño es la recarga diaria de nuestra batería. Durante las horas que dormimos, entramos en diferentes fases, y en ellas el cuerpo realiza funciones fundamentales:
- Reparación de tejidos: regeneración muscular, limpieza celular, refuerzo del sistema inmune, eliminación de residuos tóxicos del cerebro como la beta-amiloide (relacionada con el Alzheimer).
- Nivel cognitivo: consolidación de la memoria, reorganización de la información, refuerzo del aprendizaje.
- Regulación hormonal: se equilibran hormonas clave para que el cuerpo funcione al 100% al día siguiente: testosterona, dopamina, insulina, grelina, leptina, cortisol…
¿Y sabes qué ocurre cuando no duermes lo suficiente una sola noche?
Tu capacidad de pensar se reduce entre un 30% y un 40%. Tu nivel de atención se desploma (similar a estar borracho)…
¿Y cuál es la consecuencia?
Cometes errores importantes, tomas peores decisiones estratégicas, pierdes la capacidad de priorizar. Y lo peor es que ni siquiera te das cuenta.
Y ya sabes cómo funciona el mundo de los negocios: nadie te espera. Si fallas en un día clave, puede costarte muy caro.
Ahora míralo desde el punto de vista de la productividad: digamos que esa noche ganaste tres horas de trabajo “enfocado”.
Pero al día siguiente estás distraído, sin capacidad de concentración, tomas peores decisiones, pierdes creatividad, te vuelves impulsivo…
Ganaste 3 horas, pero perdiste las 24 siguientes.
¿Y desde el punto de vista de tu salud?
Menos sueño = más cortisol = menor sensibilidad a la insulina.
¿Y qué provoca eso? Un metabolismo alterado. El circuito interno se daña.
Si este patrón se convierte en hábito, empiezas a: acumular grasa (porque se inhiben las hormonas de saciedad), tu cuerpo pide glucosa y recurres a cualquier comida procesada, empiezas a tener más ansiedad, más irritabilidad emocional… peor salud mental: ansiedad, niveles de estrés más elevado, mayor probabilidad de depresión.
Al final, me gusta decirlo siempre: ¿Qué dice la evidencia, los referentes y la experiencia?
Los empresarios TOP lo tienen claro. Jeff Bezos, por ejemplo, cuenta en su libro que duerme 8 horas cada día y que para él eso es fundamental para su salud, su negocio y su productividad. Es lo que me gusta decirle a mis alumnos y alumnas, tenemos que tratar nuestro cuerpo y mente como los de un atleta de alto rendimiento, porque lo somos.
En conclusión: Entiendo perfectamente lo que es tener que sacar adelante el trabajo. Yo he estado donde estás tú.
Pero te invito a reflexionar sobre todo lo que te he contado. Búscalo, contrástalo con otras fuentes, piensa si tiene sentido. Observa cómo te sientes los días que duermes mal y si eso impacta o no en tu rendimiento.
Y la próxima vez que te encuentres en esa encrucijada entre dormir o seguir trabajando… recuerda esta entrada del blog.
Y si necesitas ayuda más especializada, relacionada con el sueño y tu rendimiento como empresario, puedes escribirnos a nuestro WhatsApp: wa.me/34633716393.
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